Santiago Álvarez de Mon sobre ‘Waiting for the Mountain to Move’

Santiago Álvarez de Mon

Profesor de Dirección de Personas en las Organizaciones en el IESE, es también coach de directivos en todo el mundo y consultor de empresas en gestión de equipos y liderazgo. Asimismo, es autor de varios libros; entre otros, Con ganas, ganas, Aprendiendo a perder, etc.

En Waiting for the Mountain to Move, Charles Handy viaja, sin olvidar el entorno que envuelve su devenir, al interior de la persona y se interroga sobre la esencia del ser humano con coraje y transparencia.

En la conversación que entabla con el lector, el profesor Handy se reafirma en la necesidad de gobernar guiado y protegido por principios que entroncan directamente con nuestras más profundas creencias. En el variado universo de temas que saca a colación, se detecta un hilo conductor común: el decisivo asunto de la responsabilidad humana como atributo personal e intransferible. Lo hace al hablar de la democracia y lo vuelve a subrayar cuando piensa sobre las claves y paradojas del trabajo en equipo: “A veces tenemos que emular a los padres del desierto y vomitar nuestro doble”. Celebro este recordatorio. En el bombardeo constante sobre team building, sinergias, empowerment y corolarios lógicos de la natural sociabilidad del hombre, se impone rescatar el sentido común. Solo podrá ser miembro de un equipo de alto rendimiento aquella persona que sea capaz de administrar su soledad.

En este sentido, cuando escribe sobre cultura corporativa, Handy insiste en el peligro de la irresponsabilidad individual escondida en el océano colectivista. Para que los valores compartidos sean verdaderos, han de ser interiorizados y asumidos como propios. La alergia de tantos hombres y mujeres a asumir responsabilidades y emprender iniciativas anima a Handy a aplicar el principio de subsidiariedad –no se pueden delegar los problemas hacia arriba– incluso en las relaciones con Dios. Tenemos un problema real, la solución al alcance de nuestra inteligencia y voluntad… y rogamos a Dios que nos libere de él. Handy lo ha bautizado como el “they” syndrome: ellos, Él, los demás, han de ayudarme. Este síndrome del “ellos” explica el título del libro, inspirado en un cuento de Kierkegaard acerca del hombre que esperaba que sus plegarias para que la montaña se moviera fueran finalmente escuchadas.

El ejercicio de la responsabilidad desemboca lógicamente en su gemelo, la libertad de elegir. Handy cita literalmente las palabras de Mandela –“It is our light, not our darkness, that most frightens us” (‘Es nuestra luz, no nuestra oscuridad, lo que nos aterra’)–, que guardan una enorme semejanza con la genial analogía de la caverna de Sócrates: “La educación es el tránsito desde la oscuridad hacia la luz”. En esa mudanza, muchos ansían nostálgicos la tranquilidad vieja y conocida de las tinieblas anteriores.

Con la responsabilidad individual como guía permanente, Handy utiliza su bisturí con firmeza y tacto para hablar de nuestras relaciones con el dinero (“No puede ser la medida de todo lo que hacemos”), con el tiempo (“Posponiendo el futuro en nuestro malgastar el presente”), con las nuevas tecnologías, etc. Estas nuevas tecnologías, por sus posibilidades inéditas y por su poder seductor, constituyen una fuente de preocupación. Herramienta potente al servicio del hombre, le pueden aislar en comunidades virtuales herméticamente cerradas al calor y amistad humanas. Con su ingenio habitual, Handy sugiere que “las hi-tech requerirán hi-touch si queremos encontrar el equilibrio perdido”.

Asimismo, en coherencia con el discurso general del libro, Handy hace un elogio encendido de la educación, pilar –junto con un trabajo estimulante–, de la añorada felicidad. En el necesario compromiso con la mejor educación, serán vitales tres elementos: la curiosidad por aprender, la capacidad de perdonar y el amor.

En resumen, Waiting for the Mountain to Move suscita un conjunto de ideas, desafíos, sueños e ilusiones que están siempre ahí esperando que les dediquemos un poco de nuestra atención. Handy nos invita a ello con oportunidad y talento. Educar tiene mucho que ver con preguntar, y es lo que el autor acaba haciendo. Handy arroja retos, dudas y convicciones personales que, por serlo genuinamente, lo son de todos nosotros. El libro hace las veces de aperitivo: no sacia nuestro apetito, más bien lo despierta y estimula. Al lector avezado le corresponde la responsabilidad del almuerzo: ir a la cocina, remangarse, ponerse a tono e inventar sus propias recetas. La mesa de cada uno de ustedes estará entonces servida.

Santiago Álvarez de Mon

Profesor de Dirección de Personas en las Organizaciones en el IESE, es también coach de directivos en todo el mundo y consultor de empresas en gestión de equipos y liderazgo. Asimismo, es autor [...]

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