Javier Roza sobre ‘Doing the right things right’

Javier Roza

Director general de Mantequerías Arias, Grupo Savencia

Un buen líder debe evitar hacer lo incorrecto, antes incluso de hacer bien lo correcto

Casi todo el mundo está de acuerdo en que la clave de las empresas y organizaciones más exitosas está más en la capacidad de sus líderes que en cualquier otro aspecto. Y casi todo el mundo también está de acuerdo en las habilidades y capacidades que deben existir en un buen liderazgo. Entre ellas, las descritas en el libro de Laura Stack.

Sin embargo, pocas veces nos fijamos en aquellos aspectos que pueden arruinar dichas condiciones. Por encima de todo, yo hablaría de credibilidad. Partiendo de la base de que el liderazgo se gana y no se impone, el líder debe ser ante todo creíble. Tiene que decir lo que va a hacer y hacer lo que dice. Si no consigue ser creíble ante su organización, todo lo demás serán fuegos de artificio, pero, cuando pida a su gente que le siga a ciegas, no lo conseguirá o lo hará sin pasión.

Dentro de las condiciones de la credibilidad, me gustaría repasar dos: la comunicación y la equidad.

Sobre la importancia de la comunicación interna para la correcta transmisión de las estrategias, políticas y planes y el alineamiento de toda la organización, no hay mucho más que decir, ya que es evidente. La pregunta que nos debemos hacer es si el buen líder es quien comunica bien o quien sabe escuchar. Dicho de otro modo, nosotros seguimos con más pasión a quien nos explica bien lo que quiere o a quien genuinamente escucha lo que tenemos que contarle, nuestros miedos, nuestras aspiraciones. ¿Cuántas veces en la organización, cuando nos demandan más comunicación, lo que hacemos es una newsletter? ¿No nos estarán pidiendo que escuchemos más? Claro que es importante tener las ideas claras y exponerlas de manera eficaz, pero, antes de eso, ¿no debemos asegurarnos la credibilidad habiendo escuchado y recogido las aspiraciones de las tropas? Con ello podremos asegurar que al menos van a escuchar –a su vez– lo que el líder tiene que decirles.

El segundo aspecto clave es la equidad, entendida como el trato justo, no necesariamente el mismo para todos. Este aspecto del liderazgo actúa como una condición higiénica también: no motiva, pero, si no existe, provoca una gran frustración y desmotivación. Y, si eso ocurre, nada de lo demás será eficaz. Los seres humanos funcionamos de manera que probablemente lo que menos soportamos es el agravio comparativo. En un grupo, podemos soportar una situación muy mala siempre que sea igual para todos. En el momento en el que percibimos –y esto es subjetivo– que alguno del grupo está siendo tratado injustificadamente menos mal que los demás, automáticamente nuestra irritación aparece y se rompe el posible sentimiento de unión y, por supuesto, la credibilidad del líder.

Es, por tanto, crítico que el líder se asegure de que en todos los ámbitos de la organización no exista ninguna situación que pueda hacer peligrar la sensación de trato justo. Eso no significa que no se deba discriminar. Por supuesto que sí, ya que no todas las personas son iguales, ni rinden igual, ni tienen las mismas condiciones personales o familiares ni el mismo potencial. La forma en la que podemos realizar discriminación sin perder la equidad es mediante la transparencia: explicando los criterios que se utilizan para tal discriminación de manera que se evite el subjetivismo y la discrecionalidad, de tal manera que todo el mundo tenga la percepción de igualdad de oportunidades.

El libro

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