Antonio Núñez sobre The Leader’s Guide to Storytelling

Antonio Núñez

Jefe de planificación de Ogilvy & Mather y autor de ¡Será mejor que lo cuentes! y Storytelling en una semana

Somos homo sapiens de oficina. Si tuviéramos que buscar parecidos con alguno de los protagonistas de la película El libro de la selva, de Disney, no seríamos como el oso Baloo, ni como la pantera Bagheera. Ni tan siquiera nos pareceríamos a Mowgli. Como trabajadores nos pareceríamos más a la manada de monos, obsesionados por las relaciones de poder, que lideraba el orangután Rey Louie («»Yubiduu, quiero ser como tú»»). Trabajaríamos desplegados de manera rigurosamente jerárquica: los jefes en las ramas superiores del árbol -léase plantas superiores del edificio de oficinas- y la tropa en las inferiores. Todos estudiándonos de reojo constantemente unos a otros mientras trabajamos para el jefe inmediato. Todos poniendo a prueba mediante juegos y bromas la vigencia y la solidez de las relaciones de poder y territorio establecidas. Todos tanteando a cada rato las posibilidades de promoción individual en la escala grupal.

Puede que en este retrato cinematográfico tan políticamente incorrecto parezcamos seres mezquinos, pero no: simplemente vivimos, trabajamos y nos comunicamos como los primates mutualistas que somos. Buscamos el provecho propio, pero necesitamos vivir en manada para competir con éxito. Necesitamos lograr nuestros objetivos propios, pero también asociarnos, puesto que somos animales sociales. Los relatos son el pegamento social que engrasa y protege nuestra más poderosa arma de supervivencia como especie: la sociedad. El relato y el pensamiento narrativo son adaptaciones biológicas surgidas durante nuestro proceso de evolución como especie. Para sobrevivir al entorno y defendernos de otras especies, no tuvimos más remedio que generar una inteligencia narrativa que nos posibilitara el análisis de la información social más rápidamente que a otros animales. Como primates necesitábamos interpretar los estímulos sensoriales externos y dotarles de sentido a más velocidad que otras especies. No obstante, no bastaba con poder reaccionar al estímulo exterior individualmente. Vivíamos -y lográbamos sobrevivir- en sociedad. Resultaba imprescindible poder comunicarnos entre nosotros como colectivo social y orquestar una respuesta colectiva frente al estímulo con más eficacia que los grupos de otras especies. Por ello, nuestra especie tiene una «»debilidad neuronal»» por los relatos. Husmeamos entre el aluvión de estímulos en busca de información ya estructurada y ordenada, porque así encontramos sentido más rápidamente en medio del torrente diario de sensaciones que penetra sin cesar a través de nuestros sentidos. Los relatos personales ilustran, mediante experiencias particulares, las verdades universales compartidas por la tribu. Nos permiten representar y compartir con los demás situaciones y retos pasados, así como las soluciones que nos permitieron resolverlos con éxito. Nuestros relatos personales ayudan al resto de los miembros de la manada a tomar decisiones en situaciones complejas, imitando nuestro exitoso comportamiento pasado, y a orquestar una respuesta grupal a más velocidad. Por tanto, no es de extrañar que IBM, Deloitte, Microsoft, Coca-Cola, McDonald’s, la NASA o el Banco Mundial utilicen el storytelling personal de sus equipos como la más eficaz, y barata, herramienta de inteligencia colectiva para acelerar su time-to-market. Congratulémonos del auge del storytelling en las empresas españolas. Todas ganaremos en comunicación, inteligencia colectiva y velocidad de respuesta en la selva.

Antonio Núñez

Jefe de planificación de Ogilvy & Mather y autor de ¡Será mejor que lo cuentes! y Storytelling en una semana

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