Efrén Martín sobre ‘El poder del pleno compromiso’

Efrén Martín

Gerente de FVMartín, profesor de Deusto Business School

Es cada vez mayor el número de autores que defienden la equivalencia de pensamientos, sentimientos y acciones (es decir, que cuerpo y mente son uno). Para ello se basan en las siguientes consideraciones:

  • Pensamiento y emoción. Estos dos aspectos son en el fondo lo mismo, ya que el primero provoca la activación de la segunda, y viceversa, para bien y para mal. El pensamiento positivo lleva a emociones positivas. El negativo, al miedo, la ira o la tristeza. Y estas reacciones emocionales secuestran al intelecto, creando pensamientos abominables.
  • Pensamiento y acción. El uno es clarificado por la otra (las técnicas de creatividad recomiendan combinar pensamiento y acción como si de un juego se tratara). También el pensamiento erróneo concluye en acciones desacertadas y, por supuesto, las acciones equivocadas activan la justificación mental (autoengaño).
  • Emoción y acción. Sin olvidar la interpretación mental de los estímulos ambientales, una postura inmóvil puede conducirnos a la relajación o al aburrimiento, mientras que el movimiento hace más fácil la risa (sonreír e inclinarse apoyando las manos sobre las rodillas suele ser muy efectivo) y también el enfado (apretar los dientes, gritar y gesticular «como un loco» lo potencia al máximo).

Pensar, sentir y actuar son complejos mecanismos de nuestra naturaleza humana. ¿quién los dirige? Es el propósito el que integra a los anteriores, los orienta hacia una finalidad y los renueva (o no).

El problema es iniciar y mantener dicho propósito de enmienda, día a día. Mientras no se siente la necesidad, ni se piensa ni se actúa en estas cuestiones (es decir, en redirigir la propia vida). Cuando se siente, suele ser demasiado tarde, porque se ha quemado el combustible necesario para el despegue. Para hacer algo nuevo, hay que dejar de lado algo viejo… a tiempo.

Otro obstáculo que hay que vencer –además del quererlo todo, que implica valores débilmente estructurados– es la evitación, un mecanismo defensivo con forma intelectual (negación), emocional (rechazo) y física (huida). Se trata de un comportamiento excelente ante amenazas insuperables, pero procastinar (posponer) no sirve para vivir una vida intensa y equilibrada. Estas son las razones:

  • Evitar las actividades físicas en la vida cotidiana cambia músculo por grasa.
  • Evitar concentrarnos en resolver problemas logra que nos consuman las lógicas preocupaciones.
  • Huyendo de los conflictos y deseando agradar se debilita nuestra fortaleza emocional.
  • Igualmente, evitando vivir nuestros valores y propósitos, nos sorprendemos haciendo lo contrario de lo que dictaba nuestra intención.

¿Qué aportan estos autores? Una síntesis valiosa de la complejidad humana, del difícil equilibrio entre el éxito personal y el profesional. Los valores adquieren plena fuerza cuando son integrados en nuestra estructura racional-emotiva-conductual, en el mismísimo carácter, a través de la construcción de hábitos por repetición de rituales positivos (una expresión más estimulante que «rutina» o «disciplina», que suenan menos motivadoras).

Libros como este mantienen viva la llama (energía) de nuestro débil propósito de mejora mientras buscamos la victoria definitiva sobre nuestros defectos, que son nuestra mayor causa de sufrimiento. Vivir desconectados y en desequilibrio tiene un gran coste físico, intelectual, emocional y espiritual.

El libro

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