Guido Stein sobre ‘Business Minds’

Guido Stein

Profesor del IESE Business School y presidente de EUNSA

“El líder es el que tiene la capacidad de convertir en una aventura aquello que es rutinario”. Todos los directivos saben que el día a día de su empresa está repleto de rutinas, de costumbres y hábitos a la hora de hacer lo que hay que hacer, asentadas en la práctica inveterada y, a menudo, incuestionada.

La rutina configura el mundo de lo previsible, de lo anticipable, de la certidumbre, un mundo del que dan cuenta los sistemas, procesos o procedimientos corporativos. La rutina orienta a las personas en momentos de crispación; en la rutina se asienta la serenidad y el descanso psicológico tan necesarios cuando el estrés impera; sin algún grado de rutina, la vida se haría insoportable por demasiado imprevisible o incierta, de ahí que la rutina, en la medida adecuada, sea tan conveniente en el mundo empresarial como lo es también en el entorno personal y familiar. La persona está antropológicamente necesitada de rutinas.

Lo malo de la rutina no se encierra en ella misma, sino en el modo en el que la vive cada uno. Como advierte Jorge Valdano, la rutina puede llegar a ser la aventura más maravillosa si se pone en ella el empeño y la motivación adecuados. Con empeño esforzado y motivación renovada se consigue extraer lo extraordinario a partir de lo ordinario, la excelencia de la normalidad. A quienes lo logran los llamamos “líderes”, ya que saben y quieren sacar partido de lo que tienen, marginando cualquier discurso que comience con el “ojalá que…”. Los líderes no son soñadores; son mucho más: son realizadores de sueños.

El secreto a voces reside en algo tan fácil, es decir, tan difícil, como renovar la ilusión constantemente; esa ilusión con la que nos desafiamos a nosotros mismos, con la que llegamos a obsesionarnos por ser más, tener capacidad para más, lograr más, hacer más cosas mejor; esa ilusión con la que el líder conmueve.

Los buenos directivos saben que no se les paga para que ocurra lo inevitable, sino para que aquéllos a quienes dirigen se superen con su ayuda, con su apoyo y con su orientación. Lo nocivo no es la mediocridad, sino el conformismo.

Business Minds entraña, justamente, un alegato contra el conformismo en la dirección de empresas, a la vez que esboza, a través de entrevistas a conocidos gurús del management, ideas que servirán a los lectores como acicates prácticos eficaces frente a la rutina implacable que no ha merecido un líder que la transforme en una gozosa aventura.

Naturalmente, no todas las contestaciones son igual de persuasivas: Pfeffer, Moss Kanter, Prahalad, Bennis, Mintzberg, Kotter y el perenne Drucker configuran un dream team que nunca defrauda.

Los grandes de verdad de la gestión coinciden con Pfeffer cuando advierte en este libro de que “el núcleo del problema reside en la filosofía y la estructura mental. Demasiadas empresas y sus líderes consideran a las personas como enemigas o escamoteadoras del riesgo, gente que necesita ser controlada, evaluada y seguida (o perseguida). Muy pocos piensan que la gente es creativa, curiosa, deseosa de aprender y dispuesta a comprometerse ella misma en la empresa y en sus logros; bastaría con que el entorno fuese proclive a hacerlo. Todo se resume en la visión que los líderes tienen del mundo y del lugar de las personas en él; algo increíblemente difícil de cambiar”.

Quizá bastara con que las business minds y los directivos recordasen una característica básica de toda persona: no hay continuidad entre el estímulo y la respuesta. Entre el estímulo y la respuesta, el hombre y la mujer parten de sí mismos, y ese partir de sí mismo con independencia de los estímulos recibidos es justo lo que llamamos “libertad”. Ahí es donde se agazapa el secreto del futuro; también el de la empresa del futuro.

El libro

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