Guido Stein sobre ‘The Advantage’

Guido Stein

Profesor del IESE Business School y presidente de EUNSA

Patrick Lencioni nos ofrece un libro que habla de las ventajas que tiene trabajar para una organización sana y de los factores que contribuyen a lograr ese estado saludable, con especial hincapié en la claridad a la hora de comunicar y en el papel que desempeñan los valores. Yo voy a centrarme, sin embargo, en una enfermedad que aqueja de modo progresivo a nuestros equipos de personas en las empresas: la psicoesclerosis, que, como la arterioesclerosis, supone un endurecimiento, pero no de las arterias, sino de la actitud.

Un porcentaje del trabajo que se hace en España, así como en otros muchos países, es llevado a cabo por gente que no se siente bien. Hay quien llega a cifrarlo en un 90 %. Vivimos en una sociedad anímicamente más delicada que en otros momentos de nuestra historia y eso repercute en la vida de nuestras empresas. A mi juicio, nos la jugamos en un cambio general de actitud, un reto tan apasionante y necesario como exigente e incómodo.

La experiencia nos ha demostrado que no nos resistimos tanto a cambiar como a ser cambiados. El cambio ha de nacer de cada uno y debe realizarse a base de acciones concretas. No podemos esperar a estar motivados: la motivación, como la felicidad, es una consecuencia, no una causa.

Los comportamientos profesionales íntegros y exigentes contagian salud y claridad en las organizaciones

La clave radica en decidir qué hacer y hacerlo, y en decidir qué no hacer y no hacerlo. Esto es trabajar y no otra cosa, y ya es hora de aprender a trabajar cansados, que es el estado natural de quien trabaja cabalmente. Como advertía Napoleón, “las guerras las ganan los soldados cansados, con el aliento de sus generales”. Se trata de un aliento que les da en la nuca, no uno que reciben mediante arengas a distancia: lo que cuenta no es lo que les dicen, sino lo que ellos oyen.

También sabemos que cambiamos lo que pensamos más por observación que por argumentación y por eso esperamos de nuestros líderes el discurso de su ejemplo. El liderazgo tiene menos que ver con la posición que con la disposición. Las personas maduras, las que miran a la vida por la espalda, tienen la evidencia de que los problemas pueden pararlas temporalmente, pero solo ellas mismas pueden hacerlo de modo permanente.

Para cambiar, hay que cambiar, empezando por nosotros mismos y por quienes nos rodean. Con el llamado “efecto Pigmalión”, la mitología clásica nos enseñó que, si a una estatua la tratas como una mujer, es decir, la hablas, la cuidas y la amas, se transforma, de repente, en una mujer. Si tomamos a las personas como son, las hacemos peores. En cambio, si las tomamos como deberían ser, las ayudamos a convertirse en lo que efectivamente pueden llegar a ser. Ese es el fundamento de la educación.

Si quieres que alguien cambie de actitud, trátalo como si ya tuviera la disposición deseada. Te sorprenderás. Ese logro te motivará a seguir haciéndolo y esas acciones repetidas se convertirán en un hábito que te transformará a ti mismo. El verdadero maestro es el que aprende después de haber enseñado. Los comportamientos profesionales íntegros y exigentes, empezando por uno mismo, contagian salud y claridad en las organizaciones.

El libro

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