Guido Stein sobre ‘The Cycle of Leadership’

Guido Stein

Profesor del IESE Business School y presidente de EUNSA

La lectura de este libro me ha traído a la memoria lo que se contaba de un viejo profesor de matemáticas que decía de sus alumnos que eran muy torpes, ya que, a pesar de que él les había enseñado mucho, ellos tozudamente no habían aprendido nada. El docente gruñón había olvidado que sin aprendizaje, sin el crecimiento personal e intelectual de los alumnos, es imposible hablar de enseñanza de ninguna índole; por tanto, no había enseñado nada y, lo que es peor, no era consciente de ello.

Platón, por boca de Sócrates, advierte en el Diálogo Alcibíades (118d): “La mejor prueba del saber de los que saben cualquier cosa es que sean capaces de hacer que también otro lo sepa”. Justamente de eso trata el atractivo libro que comentamos: el ciclo virtuoso de la enseñanza y el aprendizaje, de la creación y transmisión del conocimiento, en definitiva, de cómo los verdaderos líderes son criadores de otros líderes.

En las organizaciones de la última hora tejidas por los hilos del conocimiento y el aprendizaje, el enfoque de Tichy es singularmente oportuno, puesto que dependen necesariamente de la habilidad de las personas para asociarse, escucharse, entenderse y decidirse a actuar con flexibilidad y reflexibilidad. Antes, a eso se le llamaba una persona culta, lo cual no debe confundirse con una persona erudita. La culta es capaz de distinguir el conocimiento de la información, que es sólo uno de sus aspectos, y no el decisivo, mientras que la erudita no lo es. La información es algo externo, disponible para su utilización, mientras que el conocimiento es el enriquecimiento práctico, la potenciación operativa del que lo posee. La información sólo tiene valor para el que sabe qué hacer con ella. Identificar información con conocimiento es tomar por cualitativo lo que sólo es cuantitativo, equivale a pensar que tener algo es igual a serlo.

En nuestras organizaciones del conocimiento, lo esencial no es disponer de mayor cantidad de información, sino que en ellas siempre es posible y necesario saber más. Ese saber más no remite a un programa de software ni a una arquitectura de hardware, sino que apela al sujeto del conocimiento, a la persona humana. Hablar de conocimiento supone referirnos al aprendizaje. Para llegar a saber, cualquier persona necesita aprender aquello que llega a saber. Y sucede que ese avance y transmisión de conocimiento sólo acontece en comunidades de aprendizaje, que presuponen la adquisición de hábitos, el ejercicio de determinadas virtudes y la práctica de un esfuerzo compartido… Las únicas corporaciones adaptadas a la sociedad del conocimiento son las “organizaciones inteligentes”. Sin embargo, llegar a serlo es sumamente arduo: es la tarea más difícil con la que se ha enfrentado hasta ahora el management.

La plenitud del liderazgo de nuestras organizaciones reside en descubrir que dirigir es enseñar y, aún más, que gestionar es investigar. Su ritmo de crecimiento es el del aprendizaje corporativo y personal. La acción directiva consiste en poner a todos los miembros de la organización a pensar en lo que cada uno está haciendo, precisamente para hacerlo mejor, para realizarlo con una calidad más alta, con una eficacia más lograda. En la era del aprendizaje, la dimensión relevante es el tiempo y el futuro es su fundamento. La organización que forma tiene todos los visos de estar a esa exigente altura.

El libro

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