Guillermo Dorronsoro sobre ‘The Fourth Industrial Revolution’

Guillermo Dorronsoro Artabe

Director de la zona norte de Ibermática, profesor de Deusto Business School y miembro del Comité Editorial de Manager Focus.

En el universo de la gestión existe la tendencia a crear etiquetas, términos comodín que durante un período de tiempo centran debates, conferencias y conversaciones. Ha pasado antes con términos como innovación, globalización, crisis…, que nos han acompañado durante la última década, y está pasando de nuevo con Cuarta Revolución Industrial o su equivalente, Industria 4.0.

Es una expresión que nace en el año 2011, en una comisión de trabajo creada en el marco de la Estrategia de Alta Tecnología germana, y posteriormente es popularizada por McKinsey. En esencia, propone un salto cualitativo en la eficiencia de los procesos productivos mediante la captación y tratamiento de datos. Este salto es posible gracias a la confluencia de espectaculares avances en varias disciplinas (sensores, inteligencia artificial, big data, etc.) y la progresiva reducción del coste de algunos de los elementos fundamentales del proceso (comunicación, procesamiento y almacenamiento de datos, etc.).

Además de estos dos factores, podemos sumar otros dos que tienen tanta importancia como los anteriores: la vuelta de la industria a los países desarrollados y la configuración de nuevas cadenas de valor globales.

El tiempo ha demostrado que las estrategias de offshoring (traslado de la fabricación a países de bajos costes laborales) fueron cortoplacistas y no tuvieron en cuenta el impacto económico y social de la pérdida de empresas de manufacturación en los países desarrollados.

Particularmente en Estados Unidos (que fue el país más agresivo en las prácticas de deslocalización), en los últimos años se ha desarrollado una potente estrategia para recuperar la industria, que se ha identificado como un motor indispensable de la prosperidad del país.

Por otra parte, los procesos de fabricación se hacen cada vez más especializados y es preciso trabajar en redes en las que se van configurando nodos de fabricación a escala global. Cada sector productivo está configurando esos núcleos, que requieren un conjunto de factores cada vez menos vinculados a lo físico (carreteras y redes ferroviarias, puertos, aeropuertos, etc.) y más vinculados al conocimiento (infraestructuras digitales, universidades y centros de investigación de referencia, hubs de talento, etc.).

Como bien señala el profesor Xavier Ferràs en el post dedicado a la Cuarta Revolución Industrial en su blog “Innovación 6.0”, realmente la Cuarta Revolución Industrial es la del “conocimiento”, después de las tres anteriores: “energía”, “gestión” e “información”.

La industria del conocimiento es la verdadera revolución, y la clave para posicionarse adecuadamente es la construcción de infraestructuras de conocimiento que ocupen puestos de liderazgo a escala global. Países como Estados Unidos, Alemania o Corea del Sur claramente han entendido este nuevo paradigma. Resulta vital que prioricemos estas inversiones y que la colaboración público-privada aborde con decisión este reto indisolublemente unido a la prosperidad.

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