Iñaki Beti sobre ‘El líder resonante crea más’

Iñaki Beti

Exprofesor de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Deusto

No cabe duda de que las teorías de Daniel Goleman sobre el concepto de “inteligencia emocional” han alterado de manera bastante radical el ámbito del análisis de las competencias que se consideran cruciales para un eficaz desempeño laboral y profesional. Además de las competencias técnicas y relativas al coeficiente intelectual, las destrezas comunicativas, sociales y relacionales se están mostrando cada vez más decisivas para garantizar el éxito y la eficacia en el trabajo.

Tras una descripción de lo que son las características de un liderazgo “resonante” frente al que los autores denominan “disonante”, se presentan las cuatro dimensiones que conforman la inteligencia emocional (autoconocimiento, autorregulación, capacidad de empatía y gestión de las relaciones), se tratan los diferentes estilos de dirección (visionario, coaching, afiliativo, democrático, prescriptivo, etc.) y, por último, se marcan las pautas sobre cómo utilizar estas habilidades para construir una organización mejor.

Los líderes emocionalmente inteligentes son aquéllos que, desde el conocimiento de sí mismos y desde el autocontrol emocional, saben conectar con el grupo con el que trabajan e inspirarle entusiasmo, motivación y creatividad, con lo que consiguen que sus colaboradores se desarrollen personal y profesionalmente en beneficio de la organización.

A mi juicio, el aspecto más novedoso que estos autores propugnan es el de considerar que no puede haber un liderazgo realmente humanista y eficaz si no se parte del autoconocimiento y desarrollo personales, de la conciencia de los propios estados internos, del reconocimiento de nuestras emociones y sus efectos, del control y equilibrio; en fin, de nuestros estados, impulsos y recursos internos. Desde esta base, las habilidades fundamentales que están en el centro del liderazgo, como son la capacidad de colaboración y de resolución de conflictos, el compromiso, la capacidad de comunicación, etc., adquieren una dimensión plenamente humanista, dejando de ser meros instrumentos de manipulación de conductas. Es el conocimiento de uno mismo, el “conócete a ti mismo” de Sócrates, el que abre las puertas hacia la mejora de las relaciones con los demás y, por lo tanto, hacia la optimización del rendimiento de los equipos y de la organización en su conjunto.

Efectivamente, la tarea no es fácil. Sin embargo, múltiples estudios realizados sobre los estilos de dirección y su eficacia demuestran que los managements que no prestan atención y desdeñan el ámbito de las emociones, considerándolo como elemento obstaculizador del trabajo, tienden a fracasar como generadores de resultados colectivos.

Al final del libro se insiste en el hecho de que las habilidades emocionales son en buena medida fruto del aprendizaje. La clave para la adquisición de una sólida base emocional viene dada por el diseño de un programa personal basado no tanto en conceptos intelectuales como en la toma profunda de conciencia de nuestras conductas, actitudes y vivencias o experiencias vitales.

El libro

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