Javier Sainz sobre ‘Here Comes Everybody’

Javier Sainz

Director de márketing de Ibermática

En los años setenta se acuñó la expresión aldea global para referirse a la interconexión mundial que entonces empezaba a propiciar la televisión. Ahora, el mundo es más aldea y más global que nunca, debido a la Web 2.0 y a la posibilidad de que todos seamos emisores de mensajes, además de receptores. Y es que en una aldea tradicional todos se conocían, quizá porque existían los pregoneros, pero, sobre todo, porque podían contarse historias entre ellos.

La tecnología nos está haciendo volver, en algunos aspectos, a una aldea en la que el confortable anonimato que proporcionaban las grandes ciudades a sus habitantes se ve amenazado. Hay ahora herramientas que llevan la transparencia hasta el punto de que nuestros amigos (si así se lo permitimos) saben en cada instante dónde nos encontramos.

Muchísimas personas del planeta pueden leer y escribir en la Web, los buscadores acercan las informaciones más profundamente enterradas en ese nuevo mundo y las redes sociales reproducen a la velocidad de la luz las interacciones humanas tradicionales. Todo esto conduce a un entorno en el que todos nos conocemos, incluso más de lo que en ocasiones podría ser deseable. Escribir un nombre en Google puede tener como consecuencia que un candidato a un puesto de trabajo vea anuladas o multiplicadas sus posibilidades de conseguirlo.

¿Es malo un mundo más transparente? No necesariamente, pero debemos aprender a convivir con estas nuevas herramientas. Cuando apareció el teléfono móvil, con sus indudables ventajas, la sociedad no tenía protocolos para emplearlo de forma educada. Todavía hoy vemos usos groseros del teléfono móvil: gritos, interrupciones… Las nuevas herramientas aparecidas alrededor de Internet (redes sociales, blogs, etc.) también exigen aprender a utilizarlas correctamente para evitar disgustos. Todos los días vemos noticias de informaciones claramente perjudiciales para sus protagonistas que se han hecho públicas ingenuamente… o tal vez no tanto.

¿Y las empresas? También están viviendo estos cambios en la forma de desarrollar su actividad. Los usuarios empujan sus productos preferidos al éxito más clamoroso sin necesidad de que las empresas pongan en marcha campañas publicitarias. En el extremo contrario, ya no se puede silenciar fácilmente a los usuarios descontentos o a los detractores de una idea o de un producto: éstos encontrarán, en algún rincón de Internet, la forma de hacer que su voz sea oída alta y clara. Por ello, las empresas más valientes darán un paso adelante para que sea en sus propias páginas donde tengan lugar estas conversaciones.

¿Transparencia total? Cuando los restaurantes de alta cocina abren ventanas en sus cocinas para que los comensales vean su trabajo desde el comedor, parece que la transparencia se está convirtiendo en un valor absoluto. Sin embargo, no tiene por qué ser así. El misterio sigue teniendo muy buena venta en lo personal y en lo empresarial. Por tanto, dando la vuelta a la conocida cita sobre la virtud de la mujer del César, en este nuevo mundo deberemos decir que las empresas, además de parecer honradas, ¡deberán serlo!

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