Javier Santibáñez Grúber sobre ‘Ratios clave para la dirección de empresas’

Javier Santibáñez Grúber

Profesor de Finanzas en la Deusto Business School

A nivel macroeconómico, toda sociedad debe afrontar y resolver una serie de problemas, que de manera simplificada podrían resumirse en dos tareas fundamentales: crear riqueza y repartirla. Dicho de otro modo, deben tomarse decisiones respecto a la utilización que se realizará de los recursos escasos disponibles y también deben desarrollarse unas adecuadas políticas de distribución de la renta.

Es clásica la discusión respecto al papel que el Estado debe desempeñar en la resolución de las cuestiones señaladas. En la actualidad, los modelos de planificación central estricta parecen superados, debido fundamentalmente a las claras deficiencias que han mostrado en su intento de resolver el primero de los problemas planteados. De esta forma, el papel económico del Estado en un país democrático parece ser, cada vez más, el de establecer el marco jurídico y de competencia que los agentes económicos deben respetar, así como el desarrollo y mantenimiento de lo que ha venido en llamarse «Estado del bienestar», que englobaría todo un conjunto de políticas de tipo fiscal, social, etc. En este planteamiento caben también muy diferentes niveles de protagonismo por parte de la Administración, en función de la ideología política del partido en el poder. Pero es el mercado el que queda fundamentalmente encargado de resolver el problema de la asignación de los recursos.

En una economía de mercado, el sistema de asignación de los recursos descansa en el precio como indicador de la abundancia o escasez de los bienes; los empresarios, buscando su propio beneficio, tratarán de utilizar factores baratos (abundantes), dejando los caros (escasos) solo para aquellos usos en los que sean imprescindibles; por otro lado, tratarán de producir bienes caros (escasos), contribuyendo así a paliar su escasez. En este proceso, los agentes económicos contribuyen, con las debidas matizaciones, a una adecuada asignación de los recursos dada una distribución inicial de la renta.

Superando el concepto beneficio (que plantea problemas diversos como medida del desempeño), las finanzas modernas reformulan el objetivo financiero de la empresa como la maximización de su valor en el mercado. Este objetivo, generalmente aceptado por los teóricos, ha ido calando también de manera progresiva en la práctica empresarial, juzgándose cada vez más el interés de las diferentes políticas posibles en los más variados campos de la actividad de la empresa en función de su aportación a la consecución de un mayor valor.

Desde este punto de vista, el objetivo de todo análisis financiero debe ser en último término la detección de políticas que contribuyan al aumento del valor de la empresa. Una de las herramientas clásicas de las que el analista dispone en este propósito es el análisis mediante ratios, que pretende buscar una serie de relaciones que den una idea clara de la marcha de la compañía. Este tipo de análisis enriquece y ayuda a comprender mejor la información contable, radicando su interés de manera especial en el estudio comparativo de los ratios de una empresa con relación a los de las firmas más representativas del sector, la economía, etc. También es de gran interés la información que puede obtenerse en el estudio de la evolución en el tiempo de los ratios más significativos de la empresa, de manera que este tipo de análisis se convierte en un instrumento fundamental dentro del área del control de gestión.

Así, los análisis mediante ratios operativos, de liquidez, endeudamiento, etc. pretenden detectar, partiendo de la información contable disponible, puntos fuertes y débiles de la gestión de la empresa; y a las medidas clásicas respecto de la performance de la empresa en diversos aspectos (ROI, ROE, ROA, etc.) han venido a sumarse durante los últimos años algunas nuevas medidas, muy de moda en nuestros días, tales como el SVA, el EVA o el MVA. Si bien es cierto que tales medidas aportan en ocasiones ideas complementarias que pueden resultar de interés, hay que decir también que en finanzas, como probablemente ocurra en todas las disciplinas, es relativamente difícil innovar, de forma que algunas de estas pretendidamente novedosas ideas no lo son tanto.

En cualquier caso, el lector tiene en este libro la posibilidad de realizar un repaso de los ratios clásicos más utilizados, así como de conocer los que han aparecido más recientemente en las finanzas corporativas, huyendo de la mera enumeración enciclopédica y tratando de conectar todo el estudio con la toma de decisiones prácticas que lleven a la consecución de un mayor valor.

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