José Ramón Pin Arboledas sobre ‘The Discipline of Teams’

José Ramón Pin Arboledas

Profesor de Dirección de Personas en las Organizaciones en el IESE

“Lo más importante de los equipos es la disciplina”. Así empieza la introducción del libro de Katzenbach, uno de los expertos en el funcionamiento de los grupos más conocido. Y yo no puedo menos que estar de acuerdo con él.

Entre un conjunto de personas y un grupo hay diferencias básicas. El primero carece de la cohesión que tiene el segundo. En un conjunto de personas, no hay objetivos comunes ni acciones comunes, lo que sí ocurre en un grupo. Sin embargo, también hay diferencia entre un grupo y un equipo. Los dos tienen objetivos y acciones comunes, pero la diferencia entre ellos se manifiesta en la forma en que hacen las cosas, consiguen los objetivos y desarrollan sus actividades comunes.

Un equipo tiene unas pautas de comportamiento regladas -esto es la disciplina-, tanto individuales como colectivas, de las que carece un grupo. Eso no quiere decir que un grupo no pueda llegar a ser un equipo, pero no todos los grupos lo consiguen. Como Katzenbach ha indicado en otros trabajos suyos, los grupos pueden disfrazarse de equipos sin serlo. Es lo que se conoce por el “pseudo-equipo”. Los síntomas de un pseudo-equipo son la ineficacia, la ineficiencia, la pérdida de tiempo, las reuniones largas e improductivas, la falta de resultados comunes, el desinterés real, aunque a veces no aparente, de los miembros del grupo por sus objetivos, etc.

Por eso, conocer las dos dimensiones que caracterizan un equipo (la técnica y la socio-emocional) es el primer requisito para convertir un grupo en equipo. La primera tiene, a su vez, dos componentes: uno funcional (expertos en la materia sobre la que se va a trabajar) y otro procesal (conocer los pasos que requiere un buen funcionamiento para lograr un equipo y seguirlos disciplinadamente).

La dimensión socio-emocional tiene también sus reglas: hay que hacer que los miembros del equipo se sientan a la vez “cómodos” y “presionados”. Es la versión microsocial de la competición. Competir y cooperar a la vez es la paradoja que nos permite llegar al éxito hoy día.

Es la responsabilidad mutua y la responsabilidad individual. En un equipo no vale diluir esta última, como en Fuenteovejuna, pero al mismo tiempo hay que ser conscientes de que hay una responsabilidad compartida.

Un equipo con disciplina permite avanzar en la construcción de ambas dimensiones: la técnica y la socio-emocional. Así podremos transformar nuestros “conjuntos de personas de la organización”, primero en “grupos” con objetivos comunes y después en “equipos”. Los líderes de los equipos necesitan dominar las técnicas que permiten actuar disciplinadamente para dirigirlos; los miembros, para ser dirigidos. Más aún en un futuro en el que todos somos a la vez líderes y dirigidos.

El libro

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