Juan Carlos Vázquez-Dodero sobre ‘Directivos, no MBAs’

Juan Carlos Vázquez-Dodero

Profesor del IESE Business School

El año pasado año comencé un curso sobre “Liderazgo, valores y ética” en el Programa MBA del IESE preguntando a la clase: “¿Para qué habéis venido al MBA?”. De inmediato, un estudiante respondió: “Para doblar el sueldo en dos años…”. La carcajada general no hizo sino confirmarme que aquella sinceridad era compartida por la mayoría de sus compañeros, aunque quizá muchos de ellos no se atrevieran a manifestarla. Hace dos semanas, en la graduación de esa clase, el mismo alumno vino a saludarme y me dijo: “Voy a triplicar el sueldo que tenía hace dos años, pero ahora creo que ha merecido la pena el MBA por muchas otras razones, tanto profesionales como personales”. Nos dimos un abrazo.

En mis 36 años de experiencia docente y empresarial activa he visto decenas de fracasos profesionales por falta del más mínimo tacto en las relaciones interpersonales de algunos graduados. Claro que hemos sacado al mercado bastantes miles de MBA. Y nada digamos de algunos descubrimientos sorprendentes que uno puede hacer sobre la incompetencia técnica de algunos MBA. ¿Podemos concluir de ahí que los programas MBA, con sus fallos en valores, sus fallos en las relaciones personales, su falta de inteligencia emocional o, incluso, sus carencias técnicas, son una pérdida de tiempo o el lugar en el que se transmiten enseñanzas impropias a personas inadecuadas, como afirma Henry Mintzberg? ¿Son los MBA un fiasco o, peor aún, una estafa?

Mintzberg es un gran formador de directivos, provocador e iconoclasta en sentido lato, que desde hace un cuarto de siglo ha concentrado su docencia en profesionales con experiencia y estudiantes doctorales. Desde hace una década más o menos, defiende a capa y espada que los MBA tradicionales yerran porque no se puede enseñar gestión a quien nunca antes ha gestionado, en defensa de “su” programa internacional exclusivo para profesionales con experiencia y seleccionados mediante el aval de las empresas para las que trabajan.

Mintzberg, me parece a mí, exagera en ciertas conclusiones, pero no le falta razón en algunas de sus denuncias.

Los MBA, como cualquier programa de formación o perfeccionamiento directivo, en mi opinión, han de incluir tres tipos de objetivos de mejora: los conocimientos propios de la actividad, las habilidades requeridas y los valores exigibles.

La experiencia es necesaria y conveniente en el grado posible y por eso los estudiantes se agrupan por grados de madurez profesional. De hecho, algunas escuelas de dirección -más que de negocios, que también los incluyen- han mantenido durante décadas que el objeto de su pedagogía no es la docencia, sino el entrenamiento; que el aprendizaje real sólo tiene lugar en la acción; que las decisiones son simulables, pero no reproducibles en el aula; que no forman directores generales, sino que dotan a los estudiantes con una visión global, lo que no es lo mismo; que dirigir es servir…

Lo que tenemos que hacer nosotros, los profesores, mediante los programas MBA es ofrecer la posibilidad de que sus ciudadanos más capaces adquieran conocimientos, visión y actitudes propias de quien a base de experiencia ha de llegar a ser un directivo y capaz de cargar con la guía de otras personas. Y eso algunas escuelas de dirección lo hacen razonablemente bien.

Por eso es muy útil la obra de Henry Mintzberg, tanto en éste como en otros libros, pero, a mi entender, algunas veces exagera…

El libro

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