Las máquinas y los saltos evolutivos en el conocimiento

Concepción Alicia Monje Micharet

Profesora titular de la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M) e investigadora del RoboticsLab de la UC3M.

Es indudable que la tecnología desempeña un papel cada vez más importante en nuestra sociedad. Esto, sin embargo, no es nuevo: el avance tecnológico ha ido siempre de la mano de la evolución humana. Dicho en otras palabras: el ser humano es lo que es hoy en día por cómo ha evolucionado y en esa evolución el elemento diferenciador es la tecnología.

La inquietud del ser humano por buscar soluciones cada vez más óptimas y de mayor alcance a los problemas cotidianos es ancestral y esto nos ha llevado a crear sociedades muy avanzadas en las que las máquinas resuelven parte de las tareas humanas y posibilitan una mayor calidad de vida.

En este avance, la aparición de la inteligencia artificial marca un salto cualitativo importante, ya que posibilita la creación de máquinas que, al ser más inteligentes, pueden llegar a asumir tareas cada vez más complejas y que antes solo eran realizables por un ser humano.

Sin embargo, suponer que estas máquinas puedan equipararse totalmente al ser humano en inteligencia hasta el punto de quedar este relegado a un segundo plano es hoy por hoy impensable. Son muchos los factores que nos pueden llevar a esta afirmación, pero hay uno fundamental: la complejidad de nuestro cerebro. Hoy en día, el conocimiento que tenemos sobre el comportamiento del cerebro es ínfimo; sigue siendo un gran enigma que los científicos tratan de descifrar. Hay que tener en cuenta, además, que nuestro comportamiento no viene definido solo por nuestro cerebro, sino que intervienen otros factores, como el entorno y nuestra genética. En definitiva, estamos muy lejos de poder comprender cómo se forja nuestra inteligencia y nuestro comportamiento.

No obstante, más allá de eso, aún si descifráramos este interrogante, lo siguiente sería formular dicho comportamiento en el lenguaje de las máquinas, de manera que pudiéramos implementarlo y conseguir dotar a la máquina de una inteligencia comparable a la nuestra. Esta tarea no es menos compleja que la primera.

Por tanto, esta reflexión nos lleva a pensar que muy difícilmente las máquinas, por sí solas, van a hacerlo todo en el futuro y mucho menos de la misma forma en la que lo haría un humano. Además, por otro lado, la experiencia nos demuestra que la aparición de las máquinas no solo no ha relegado al hombre a una posición inferior, sino todo lo contrario: le ha permitido desarrollar su inteligencia a un nivel superior y avanzar como especie a niveles insospechados. Por ello, si nos basamos en la experiencia pasada y en lo que ya se vislumbra desde nuestro presente, no es descabellado pensar que evolucionaremos hacia una especie hombre-máquina que, gracias a su poderoso binomio, resolverá enigmas pasados y planteará otros nuevos que nos permitirán seguir dando saltos evolutivos en esta carrera sin fin del conocimiento.

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