Nuevas claves para el liderazgo estratégico en la incertidumbre

Lluis Carbonell

Neos Business and Organizational Development Manager

En la era de la incertidumbre, la estrategia incrementa aún más su valor como núcleo esencial de las decisiones empresariales, en un momento en el que, paradójicamente, la toma de decisiones es aún más difícil, al ser casi imposible pensar con una mínima certeza en una de sus condiciones vitales, como es reflexionar en el largo plazo. La realidad es que se tiene un grado de desconocimiento extremo, debido a que en cualquier momento puede pasar un hecho que cambie el rumbo esperado de los acontecimientos.

Sin embargo, esa misma incertidumbre, que es la causa de la imposible predicción del futuro, además de incrementar hasta niveles extremos la dificultad de las decisiones estratégicas, es la razón de su mayor necesidad. Si el barco empresarial está atravesando un océano de grandes tempestades, lo que es imprescindible es que, al menos, tenga un rumbo (estrategia) claro y perfectamente alineado.

 Otro tema, es que dicho rumbo (estrategia) no deba cambiarse antes del plazo para el que fue formulado. Es lógico que, en tiempos extremadamente turbulentos, estrategias a dos, cinco o diez años queden obsoletas mucho antes del tiempo pensado. Una clara característica de estos tiempos inestables es que el proceso estratégico es permanente. No porque permanentemente se tenga que cambiar, sino porque permanentemente puede pasar algo en el entorno que convierta a la estrategia en obsoleta y deba, por tanto, ser cambiada inmediatamente. Ninguna estrategia pudo ser indiferente al brutal estallido de la pandemia, ninguna la sobrevivió sin cambios, sin adaptarse a ese nuevo mundo.

 Y, junto a la estrategia, otros conceptos esenciales, como misión, visión, valores, propósito, etc., que están ligados íntimamente a la misma y entre sí, adquieren asimismo niveles de importancia extremos. Al igual que se ha mencionado con respecto a la estrategia, todos estos conceptos deben estar claramente definidos, aún a sabiendas de que algunos de ellos tendrán su mismo potencial de rápida caducidad.

 Los valores, los propósitos de una compañía son la base de sus decisiones, son invariables mientras no cambie la propiedad o el control sobre ella. Influyen en el resto de decisiones estratégicas. Si, por ejemplo, una compañía, en base a ellos, tiene claro el concepto de sostenibilidad en sus decisiones, éste va a perdurar en el tiempo.

 Sin embargo, hoy en día, misión y visión, conceptos que tienden a ser duraderos, también están afectados por la extrema turbulencia que nos rodea, pues un acontecimiento como la pandemia hizo repensar a todas las compañías tanto a qué se dedicaban, como qué querían conseguir en el futuro. Por todo ello, debe distinguirse muy claramente entre la imperiosa necesidad de tener muy claramente definidos todos estos aspectos estratégicos y su extrema e incremental fragilidad, dado el aumento de la incertidumbre del entorno.

 Aspectos como la innovación digital o asegurar un impacto ecológico y social positivo que aseguren su sostenibilidad son retos que exigen un proceso ágil de reflexión y ejecución estratégica. 

 De ahí que tener claro todos los aspectos estratégicos permite realizar el proceso de definición de la estrategia de forma compartida, alineando así a sus equipos y promoviendo el compromiso hacia la consecución de los objetivos y la transformación de la empresa. 

 La frontera entre la formulación y la implementación es cada vez más fina, ya que al formular debe tenerse muy presente su ejecución, ya que en ocasiones se matiza o cambia el diseño estratégico.

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