Pilar García Lombardía sobre ‘Know-How’

Pilar García Lombardía

Profesora del IESE Business School

El entorno empresarial actual se caracteriza, como tantas veces se ha dicho, por el cambio. Un cambio constante, de enormes proporciones, difícil de predecir y global. Esta situación provoca la constante aparición de nuevos retos y oportunidades y también de nuevos riesgos y obstáculos.

La avalancha de información hace que resulte cada vez más difícil discriminar lo relevante de lo anecdótico, lo que puede ser un simple vaivén de las aguas sectoriales de un auténtico y radical cambio de tendencia. El líder, como hombre de vértice al timón de la empresa, debe ser la persona capaz de identificar las corrientes y vientos favorables que lleven a la organización al logro sostenido de buenos resultados económicos, generando riqueza y aportando valor a la sociedad. No parece tarea sencilla.

Charan señala seis rasgos personales que pueden ayudar o interferir en el logro del éxito en esta tarea: ambición, ímpetu y tenacidad, confianza en uno mismo, franqueza, realismo y ganas de aprender. Cada una de estas capacidades puede convertirse en freno o impulsor del liderazgo, convirtiéndose en un difícil ejercicio de equilibrios. Ambición, sí, pero no a toda costa; tesón, pero con flexibilidad; confianza en uno mismo, pero no arrogancia… Esta imagen del líder se aleja del brillo y las actuaciones estelares de los líderes mediáticos: la mesura, el conocimiento, la racionalidad y el consenso dibujan una imagen de líder más próxima al estratega.

El líder tiene ante sí la tarea de mantener el equilibrio entre la adaptación a los cambios y el mantenimiento de la imagen y la cultura de la empresa. La manera de afrontar esta tarea con éxito es el know-how del líder. Entre las características que el autor señala como elementos clave de este know-how, vale la pena destacar una que en ocasiones suele pasarse por alto. El líder debe ser capaz de identificar el potencial de liderazgo en su gente y desarrollarlo, creando equipos de líderes. Esta cuestión trae a primer plano la necesidad de considerar el liderazgo como un talento que ha de ser buscado e impulsado en todos los niveles organizativos. Cualquier persona en la empresa que toma una decisión debe hacerlo con la mirada puesta en los objetivos y basándose en los criterios compartidos que sustentan la cultura de la organización. Unas decisiones tendrán relevancia en el plano estratégico y otras en ámbitos operativos, pero el liderazgo no debe convertirse en un talento restringido y acumulado en una sola persona.

Las fronteras de la empresa con respecto al entorno se hacen cada vez más difusas y permeables. El papel de la empresa en la sociedad del siglo XXI es más relevante que nunca, pero también lo es el poder de los diferentes grupos de interés que se ven afectados por su actividad. La creciente importancia de cuestiones como la responsabilidad corporativa no es sino una muestra de que la relación entre empresa y sociedad va más allá de los límites sectoriales o meramente económicos. Por esta razón, entre otras, el liderazgo –y no solo los líderes– es una necesidad creciente para cualquier empresa con pretensiones de sostenibilidad a largo plazo.

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