Roberto M. Álvarez del Blanco sobre ‘Fifth Generation Management’

Roberto Álvarez del Blanco

Profesor de Márketing y Estrategia de Marca en IE Business School y miembro del Comité Editorial de Manager Focus.

Hace algunos años se predijo, con acierto, que la economía emergente estaría basada en la “inteligencia”. Hoy estamos entrando de forma acelerada en la era del conocimiento, donde los ganadores serán sin duda las organizaciones más inteligentes. De hecho, aunque esta afirmación puede parecer obvia, constituye un profundo y radical enfoque sobre el desafío que presentan algunas de las más sacrosantas premisas para gestionar nuestras organizaciones.

La visión convencional sugiere que los factores críticos del éxito competitivo giran en torno al tamaño y la presencia física. Sobre esta base la organización podría capitalizar una serie de factores: economías de escala, eficiencias internas, sinergias, reconocimiento/prestigio de la marca y fuerza negociadora. Sin embargo, en la actualidad las reglas del juego están cambiando.

Los mercados ya no son estables, rutinarios y predecibles, sino caóticos y efímeros. Han dejado de ser masivos para convertirse en extraordinariamente fragmentados, y la competencia global sigue centrando los beneficios en todo aquello que es uniforme, rutinario y estándar. La implicación es profunda. Estamos entrando en una era en la que los activos intangibles como experiencia, inteligencia, velocidad, agilidad, imaginación, maniobrabilidad, redes, pasión, responsabilidad e innovación (todos factores del conocimiento) se han convertido en más importantes que los tangibles de la perspectiva contable.

A medida que la globalización otorga a cada participante la misma información, recursos, tecnología y mercados, la particular capacidad de la organización (también de la sociedad) para integrar estos componentes de una forma más rápida e innovadora, diferencia incrementalmente a los ganadores de los perdedores. En una economía donde lo único cierto es la incertidumbre un recurso seguro de ventaja competitiva es el conocimiento.

Cuando los mercados se transforman, proliferan las tecnologías, se multiplican los competidores y los productos se quedan obsoletos rápidamente, las organizaciones de éxito son aquellas que crean, consistentemente, nuevos conocimientos, los diseminan entre sus integrantes y velozmente los convierten en nuevas tecnologías y productos/servicios.

El objetivo, por lo tanto, consiste en crear un ambiente propicio donde las personas dispongan de la información y la experiencia para analizarlas y así se puedan enriquecer en línea con sus necesidades. Cuanto mayor sea la velocidad con que se pueda acceder a la información crítica, sin tener que depender de la generosidad de otros, mejor se podrá capitalizar e incorporar a la inteligencia de la organización y más efectivas e innovadoras serán sus decisiones. La lección es clara: una de las cosas más importantes que los responsables de la toma de decisión pueden hacer es romper deliberadamente las barreras organizativas difuminando información.

Para ello habrá que descubrir cuáles son las barreras en la organización. ¿Surgen como consecuencia de malos hábitos culturales o porque predomina la idea de “no podemos compartir esta información con ellos”? ¿O aparecen más bien debido a barreras estructurales como son las restricciones en la definición de funciones, los requerimientos de autorizaciones, o la superposición de niveles, cada uno de los cuales incorpora demoras o distorsiones informativas?

Una cuestión fundamental sería preguntarse a uno mismo si dentro o fuera de la organización se puede ver y recurrir a cualquiera para obtener lo necesario para incorporar valor a la propia organización. Ésta es una pregunta crucial, ya que las organizaciones efectivas en diseminar información resultan ser muy permeables. En lugar de mirar las cifras únicamente pensando en la planificación estratégica, se debería reflexionar acerca del significado de la infraestructura, los modelos y las metáforas que ensombrecen las organizaciones, con objeto de convertirlas en comunidades vibrantes.

El relevante enfoque que propone Charles Savage constituye un ejemplo magnífico de este diálogo estratégico. El trabajo es diálogo…, un diálogo creativo donde no sólo se desarrollan productos y servicios sino donde las personas se co-crean las unas a las otras. Adquiere sentido si se considera que lo realmente importante es el significado y no sólo la satisfacción. En la dimensión humana del tiempo, los patrones y los recursos del pasado y del futuro deben suministrar el campo propicio para el debate enriquecedor que permita descubrir el verdadero significado que inspire nuestra innovación organizativa y co-creatividad.

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