Tomás Morell sobre ‘Confianza’

Tomás Morell

Presidente de la consultora Integrated Wellness Advantage

Francis Fukuyama, analista de Rand en Washington, D. C. y anterior director de Personal de Planeación de Política del Departamento de Estado de Estados Unidos, ha escrito el libro que contempla los efectos de la cultura sobre la capacidad de las naciones para generar bienestar económico y prosperidad.

Su nuevo libro (anteriormente publicó El Fin de la Historia y El Último Hombre) es el producto de una investigación a fondo de la influencia de los valores culturales sobre las historias políticas y económicas de las diferentes sociedades.

La obra de Fukuyama es importante porque muestra que los seres humanos hemos cultivado aspiraciones que trascienden las visiones limitadas tanto de marxistas como de proponentes de la libre competencia. Nos recuerda que ni el hombre ni la mujer pueden vivir solo de pan.

Mediante una comparación de los valores de diferentes culturas y su influencia sobre el “radio de confianza”, define este como el tamaño del círculo dentro del cual las personas están dispuestas a extender su confianza.

También define el concepto de “sociabilidad espontánea” como la facilidad con la que los extraños se hablan entre sí. Tanto el “radio de confianza” como la “sociabilidad espontánea” contribuyen a generar una especie de capital social en el cual cada país debe invertir, ya que determina la habilidad de los individuos para trabajar en grupo con el fin de lograr propósitos comunes. Estos atributos también determinan cómo los seres humanos se organizan para constituir entes económicos.

En China y en el sur de Italia, por ejemplo, el “radio de confianza” tiende a extenderse hasta los miembros de la familia. Este factor ha restringido históricamente el desarrollo y potencial económico, puesto que se han limitado a industrias tales como las del vestido, el diseño o el mobiliario, donde hay menos necesidad de una empresa a gran escala.

En Japón, Alemania y Estados Unidos, el “radio de confianza” se extiende mucho más, permitiendo el crecimiento de grandes corporaciones dirigidas por administradores profesionales, sin conexiones familiares.

Esto hace posible que en estos países puedan prosperar industrias como la aerospacial, la automotriz y la de semiconductores, que requieren un tamaño mayor.

El autor establece que la confianza es el elemento vital del capital social, porque “la desconfianza difundida en una sociedad impone una especie de impuesto sobre todas las formas de actividad económica, un impuesto que las sociedades con alto nivel de confianza no tienen que pagar”.

Un indicador de este fenómeno se puede observar en Estados Unidos, donde la balanza entre individualismo y confianza se está inclinando hacia el individualismo. Hay suficiente confianza para formar grandes corporaciones, pero cada día se necesitan más reglas que las regulen, lo cual conlleva pagar a los abogados el “impuesto de disminución en confianza”.

En el transcurso de la obra se evidencia que “pasando un cierto punto, la proliferación de reglas para regular una serie cada vez más compleja de relaciones sociales se convierte no en el sello distintivo de la eficiencia nacional, sino en una señal de mal funcionamiento social. Por lo general, existe una relación inversa entre reglas y confianza: cuanta más gente depende de las reglas para regular sus interacciones, menos confianza tienen entre sí y viceversa”.

En las organizaciones, la falta de confianza se traduce en necesidad de mayor jerarquía. En Alemania, donde hay mayor confianza que en Francia, el supervisor promedio puede manejar 25 trabajadores. En Francia, el supervisor promedio solo maneja 16 trabajadores, ya que es una sociedad más jerarquizada.

Es evidente, a través de la obra, que el gran reto al que se enfrentan los países para lograr un desarrollo sostenible consiste en transformar el capital natural (recursos naturales) y humano (habilidades, talento y capacidades de las personas) en prosperidad material, social y espiritual. Esta transformación de capital no es posible sin capital social (habilidad de las personas para trabajar en conjunto para propósitos comunes) y esta, a su vez, es función de la confianza.

Aunque la obra no lo expresa directamente, es evidente que la confianza es producto de la interacción entre personas confiables, y las personas confiables tienen ciertos atributos de carácter, como la honestidad, la integridad, etc., que son “virtudes sociales” gestadas en el seno de la familia. Tal vez la implicación última de la obra sea que, para lograr el desarrollo económico, necesitamos invertir tiempo, talento y tesoro en la unidad más fundamental de la sociedad: la familia.

El libro

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