Salva López sobre ‘La paradoja de la innovación’

Salva López

Profesor de Márketing en ESADE, emprendedor y autor de ROCKvolución empresarial y Persiguiendo la excelencia

Hace unos años me contrató una empresa farmacéutica. Yo venía directamente del sector más innovador del momento: Internet. Nada más llegar, vi un montón de oportunidades de mejora casi sin coste que nos hubieran hecho mucho más eficientes como organización, más competitivos y líderes en tecnología, orientación al cliente y varias cuestiones más. En varias reuniones fui ofreciendo soluciones eficientes a problemas enquistados, hasta que muy pronto mi jefe me llamó a su despacho, cerró la puerta y me ordenó que me desdijera de todos los compromisos a los que había llegado con los diferentes equipos a los que atendía. Yo estaba atónito, no podía comprender por qué, hasta que él me lo dijo: “Porque todo eso no me va a hacer brillar a mí y tú tienes que hacer lo que yo te diga”.

Las organizaciones pequeñas son más ágiles por varias razones. Una de ellas es su tamaño y su organigrama, pero otra es que es probable que sean pequeñas porque son jóvenes. Generalmente, en las organizaciones jóvenes tienen cabida personas con estados mentales más disruptivos, menos lastres, menos inercias organizativas y mayor tolerancia al riesgo e, incluso, apetencia por él.

El hecho de que la innovación disruptiva sea más difícil de adoptar en una organización tradicional tiene mucho que ver con el aprecio que cada cual tiene a su silla, y ya sabemos todos que hay quien se agarra a su silla desesperadamente y ve con horror los cambios que aparecen en el horizonte.

También los propios procesos administrativos y los equilibrios de poder entre los diferentes departamentos condicionan el nacimiento de innovaciones disruptivas. En una organización madura y grande, el departamento de finanzas exigirá que cualquier empleado innovador calcule el ROI de su idea disruptiva. Es muy fácil que el creativo o intraemprendedor que quiera luchar por una innovación radical tenga que enfrentarse a un verdadero tsunami de hojas de cálculo con proyecciones a cinco, diez y veinte años que demuestren que vale la pena invertir en la idea. Eso suele ser lo más difícil. Es bien sabido que Nespresso tuvo que luchar contra la inercia de Nestlé para poder triunfar con su idea.

Algunas compañías grandes y pesadas han aprendido que deben desgajarse en unidades más pequeñas para poder innovar, lejos de sus procedimientos excesivos, pero también, y más importante, desconectando a un equipo de personas innovadoras de los equipos de toda la vida que siguen frenando el cambio por miedo a lo que traerá para ellos y no para la empresa. A veces, esa es la única manera de mantener dentro a esos intraemprendedores que nos aportan ideas de incalculable valor, pero que necesitan un ambiente menos amenazador, más dispuesto al riesgo, a la creatividad y al pensamiento disruptivo.

Y aquí he mencionado un tema de lo más trascendental: ¿para quién trabaja un empleado? Está claro que mi exjefe no trabajaba para la empresa, sino para sí mismo. Y me temo que este es un mal generalizado. ¿Para quién trabajas tú? ¿Te atreves a innovar de verdad?

@Viajerosonico

Salva López

Profesor de Márketing en ESADE, emprendedor y autor de ROCKvolución empresarial y Persiguiendo la excelencia

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